Entre copas

Hoy toca hablar de uno de los relatos en que las musas tardaron en llegar: Los pequeños placeres. En la colección Play Attitude había una camiseta que sí o sí tenía que tener su cuento pues su significado así lo merecía: aquella idea tan conocida de ver el vaso medio lleno o medio vacío.


La imagen de la copa en cuestión me rondaba por la cabeza, inquieta, intentando transformarse en una historia. Primero, imaginé un relato de misterio, algo un poco sórdido, pero tal vez, me iba del tono general del libro. Luego hice varios intentos nuevos de historias. Unas eran muy largas, otras no transmitían el mensaje. Creo que si busco entre mis papeles, podría encontrar varios inicios para este mismo cuento, todos deshechados, finalmente. En estos casos, lo mejor es dejar reposar la idea, darle su espacio y su tiempo, como al buen vino.


Mientras tanto escribí otros cuentos de Los colores olvidados y, cuando me volví a poner con éste en cuestión, las musas me brindaron la inspiración. Volví a retomar la idea del vaso medio lleno o medio vacío y ahí, en esa dualidad, estaba la clave. Tenía que haber dos personajes, ancianos a ser posible, que hablaran sobre esta dualidad. Y de ahí nacieron Bastián y Mario, unos nombres que no fueron escogidos al azar, sino que son un homenaje al ficticio Bastián de La Historia Interminable y al poeta real Mario Benedetti.


¡Pero le seguía faltando algo más! Hubiera sido un relato muy plano, un diálogo muy tópico. Y entonces pensé en mi padre, en su oficio durante muchos años, y ahí apareció el camarero, ese contrapunto, ese joven que también es capaz de enseñar a los ancianos. Y todo ello para lograr un relato donde se hable de valorar los pequeños grandes placeres como tomarse una buena copa de vino, charlar con un amigo, disfrutar de una estupenda comida y aprender constantemente de lo que nos enseña la vida. ¡A veces en lo sencillo reside la belleza!

¡Ah! Por cierto, creo que en este relato no fui la única que se inspiró en sus progenitores. Si no preguntadle a David, que inconscientemente, representó a uno de los ancianos con un rostro similar al de su padre, nuestro querido Conserje Jubilado. Pasen y vean su blog, de casta le viene al galgo.

Por cierto, ¿cuales son vuestros pequeños placeres?

2 comentarios:

Cinderella at Midnight dijo...

Ha sido un GRAN placer descubrir cómo nació este cuento. Pero qué divertido! Y sobre todo: cuántos pequeños detalles puede encerrar una historia, ¿verdad? Sencillamente mágico!

Silvia dijo...

¡Gracias, Cinderella! Siempre apoyando a los colores olvidados. Un placer contaros los intríngulis del relato. Ya estoy empezando a preparar una lista de anécdotas del nuevo libro. ¡Yuujuuu!

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